Soy Valeria y nací en la ciudad de Huaraz, muchísimo tiempo después de aquel mes de mayo cuando un terremoto destruyó al Huaraz de mis abuelos. He sido poco tolerante con las personas y con la cultura andina; tal vez porque me educaron así y mi forma de pensar era esa…hasta que un día sucedió:
Era la víspera de mi primer día de escuela. Tenía 6 años, y estaba muy emocionada. Había alistado mis cosas para el día siguiente y me preparaba para ir a dormir, mi mamá me ayudó a entrar a mi cama y me susurró al oído:
-Ahora que irás a la escuela, tienes que darte cuenta que hay personas que son… muy diferentes a ti y que juntarte con ellas… tal vez no sea muy beneficioso para ti, ¿Está bien?
Yo le dije que sí y mi mamá me deseó las buenas noches, ya sabía qué se refería, a “la gente del campo” que venía de zonas rurales a estudiar; a mi mamá nunca le gustaron ese tipo de personas, y a mí me enseñó a sentir lo mismo.
Estaba sentada en el auto de mi mamá, contemplando el paisaje mientras nos dirigíamos rumbo al colegio, cuando vi que algo se acercaba a velozmente a nuestro auto, era… ¿Una rata?, me alejé de la ventana y esta se rompió. El animal que había visto entró al auto.
Fuente: Mylene D'Auriol |
-Ahhhh, ¡Mamá, ayúdame!- grité, pero por alguna extraña razón ella no parecía escucharme.
El animal, que parecía una mezcla de conejo y ardilla, ya vista de cerca, se acercó a mí y se irguió parándose en dos patas.
-Ven conmigo, tú necesitas una buena sesión de lo que es cultura- me dijo con cierto aire de cansancio en su voz.
Yo seguí agazapada contra el asiento y solo alcancé a mover la cabeza negativamente.
-Entonces lo haremos por las malas- murmuró, y se abalanzó sobre mí y envolvió sus pequeñas patas en mis brazos para jalarme fuera del auto.
-¡Déjame, rata!- grité- Mami, ayúdame por favor- pedí, pero mi mamá seguía conduciendo, ajena a mis gritos.
-No soy una rata, soy una vizcacha- dijo el animal con enojo, y se lanzó del auto; arrastrándome con ella, luego solo hubo oscuridad.
Desperté en un terreno irregular y duro, sentía mucho frío y y un dolor agudo se apoderaba de mi rostro. Me incorporé lentamente y pronto me di cuenta de mi entorno. Era un lugar muy maravilloso, las plantas más verdes que vi en mi vida, musgo y arboles hermosamente distribuidos alrededor de una gran y cristalina laguna, que se hallaba en medio de dos grandes paredes llenas de vegetación, estas eran tan altas que no se lograba avistar a cima debido a la niebla que las rodeaba, el frío se atenuó por un momento ante la preciosa imagen que veía.
-Así que si te ha gustado mi hogar- dijo una voz. Volteé y divisé a la rata que me había sacado del auto, estaba erguida y me miraba sigilosa, retrocedí lentamente.
-No te preocupes, no te haré daño, solo me mandaron a que te muestre un poco de lo maravilloso de TU cultura- dijo ella- Soy Sami, la vizcacha.
-¿Por qué me has traído aquí?- pregunté.
-No hay tiempo para explicarte, el viaje es corto y hay muchas cosas que mostrarte, la gente de por aquí nos espera.
Se acercó a mí agarrándome del pantalón y comenzó a jalarme, mientras lo hacía me quedé contemplando cada árbol, animal y planta que aparecían, embelesada por tanta belleza a mi vista.
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-Se llama la laguna de Llanganuco, estamos en el Parque Nacional Huascarán, te traje aquí para que veas parte de NUESTRO hogar, ya que me he percatado que no valoras la cultura como deberías- dijo.
Yo estaba desconcertada, pero la vizcacha ya me había jalado hasta la orilla de la laguna.
-¡Vamos!- gritó con entusiasmo, y me jaló al agua, sumergiéndome toda. Oscuridad de nuevo.
Vuelvo a despertar ahora en un campo muy grande, lleno de ovejas; me levanto y empiezo a buscar a Sami. Ella está al lado de un niño.
-Ven, Valeria, te presento a Kusi, es un amigo que te enseñará su pueblo.
Me alejé un poco, con cara de desagrado, él no era el típico niño de cuidad, tenía la cara rara y vestía muy extraño. El me tendió la mano y dijo:
-No pongas esa cara, soy igual a ti, con la misma cultura, los mismos derechos y los mismos sentimientos, ven, te mostraré mi pueblo.
Me puse a su lado y empezamos a caminar, con Sami subida a mi hombro. Me empezaba a caer bien esa vizcacha.
Mientras me hablaba sobre las costumbres de su pueblo,observaba en mi entorno, vacas y ovejas pastando, los pobladores con sus coloridas prendas, que se ayudaban unos a otros; tejían, agrupaban al ganado y sembraban, era maravilloso lo que hacían, y pensé que: “Ellos no son diferentes, hasta son mejores que nosotros, los de la cuidad, que no valoramos a nuestra propia cultura, existen muchas cosas hermosas en nuestra región: Los animales, las personas, los nevados, las lagunas, las plantas… tanto que no sabía ni había visto, cuando arribe a casa iré al colegio y me haré amiga de todos, sin importar nada, porque son iguales que yo, ¿Por qué mi cultura no?”. En ese momento me di cuenta de que no sabía cómo volver a casa, me detuve y Kusi volteó a mirarme, como si me hubiera leído el pensamiento él dijo:
-Creo que ya estas lista para ir a casa, luego de mostrarte NUESTRA cultura, ¿Qué piensas?
-Me gusta mucho, gracias Kusi y Sami, mi mamá estaba equivocada, nuestra cultura y nuestra gente es muy bonita- respondí, sonriendo.
-Entonces nos vamos, Valeria- dijo Sami en mi hombro- llegarás tarde a tu colegio.
Cerré los ojos y no recuerdo más de lo que ocurrió después, hasta que mi mamá me despertó para ir al colegio.
Desde ese día siempre me gustó estar en presencia de gente de nuestro pueblo, y ahora soy una arqueóloga que estudia nuestra cultura desde sus cimientos, nunca volví a ver ni a Sami ni a Kusi de nuevo, pero tengo la certeza de que ellos existen, y que me están guiando en todo momento.
He aprendido que nuestro pueblo, nuestra gente, y nuestra patria es hermosa, con todas las etnias y culturas que existen.
Soy Valeria, vivo en la cuidad de Huaraz, tengo 21 años y esta es mi historia,cuando aún niña aprendí a preguntarme: ¿Y por qué mi cultura no?
FIN.
Fuente: Tracy Nicole Depaz Cruz